martes, 30 de octubre de 2012

Recuerdos

Las pistas forestales y los vehículos todo terreno hace tiempo que suavizaron el duro discurrir de la vida de los ganaderos que se veían obligados a pasar muchos días en el monte en lugares como el que os muestro.
No tendría yo mas de 16 o 17 años cuando conocí este lugar, aun con el tejado de lajas de piedra entero, una puerta fabricada con dos tablas y unida al poste que aun vemos por unos goznes de badana y una cuerda por cerradura.
En el interior, un rincón ennegrecido por el fuego sin chimenea, un estante fabricado con otra tabla y sujeto a la pared con dos estacas introducidas entre las piedras del muro donde era normal encontrar sal, una vieja sartén de hierro ennegrecido de mil fuegos, alguna botella con restos de vino y cerillas.
En el rincón opuesto a la puerta un camastro de tablas cubierto de una buena capa de helechos con una vieja y sucia manta de áspero tejido por encima.
Algunas arañas probaron el sabor de nuestra sangre cuando la utilizábamos para desde allí acceder a las cumbres de la zona.
Había que ir en el autobús de linea que hacia el trayecto hacia los pueblos del Baztán y lo normal era ir el sábado por la tarde y volver el domingo también por la tarde después de subir alguna de las cimas.
Si lo perdías  tocaba hacer "dedo" y la verdad, no es que abundaran los coches ni los chóferes generosos, aunque siempre conseguíamos que alguien nos devolviera a casa 

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