Como quiera que se dice que una imagen vale mas que mil palabras, os dejo no una, sino varias.
Conozco de primera mano la figura del arquitecto de acera por haberlos sufrido en el desempeño de mi trabajo no hace mucho tiempo. Profesionales jubilados que recorren las obras de la ciudad como si añoraran sus tiempos activos y tienen la costumbre de entrometerse y dar consejos a los operarios que realizan su trabajo en exteriores.
Paseando cámara en mano hoy por el Albaizyn me he topado con una escena casi surrealista. Un grupo de operarios se empeñaban en introducir una elevadora autoportante en el interior de un edificio en rehabilitación.
El problema consistía en que había que salvar unos escalones y la maquina tropezaba con ellos.
Maderas y maderitas
Tochos colocados en los escalones
Un intento tras otro
¡Sube un poco!, ¡baja baja!, ¡¡¡espera!!! y la máquina que cae de los calces
Volvemos a empezar
y
mientras hago las fotos sonrío aunque bien mirado, la cosa no tiene gracia, se están poniendo en peligro tontamente ademas de estar perdiendo un tiempo precioso innecesariamente.
Realmente, la solución la tienen a la vista, pero o no pueden o no saben verla.
Han traído la máquina en un gran remolque al que la han subido con unas rampas metálicas, las mismas que han empleado para bajarla.
La plaza es amplia y poco costaría volver a subirla al remolque, darle la vuelta y arrimarlo marcha atrás hasta las escaleras y bajar las rampas sobre el rellano, luego apenas dos escalones para entrar en el edificio.
Hacia falta un arquitecto de acera para dirigir la operación, pero yo no estaba por la labor de inmiscuirme directamente, así que le he comunicado la idea a un barrendero que hacia su trabajo en la plaza y cuando me iba el se acercaba a los operarios de la máquina.
Quien sabe, quizás mañana sigan aún intentando meter la maquina
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