No lo
vemos pero lo intuimos, encontramos señales de su cercana presencia y de su
colorido otoñal en esos destellos rojos de las hojas sobre las rocas.
También
adivinar de qué bosque se trata, aunque el lugar ya nos será más difícil.
Pequeño paraíso, modesto, sin grandilocuencias pero con detalles de gran
belleza que podremos disfrutar casi en soledad o mejor si es en compañía
deseada.
Otoño, lloviendo
a ratos, el silencio que se apodera del lugar y solo es ¿roto? por el murmullo
del agua en su suave discurrir y en los pequeños saltos que jalonan el cauce
del río y muy de vez en cuando el sordo sonido de un vehículo que transita por
la cercana carretera comarcal de tercer orden y que nos hace recordar que
realmente no estamos tan lejos de la civilización,
aunque eso si, en un entorno privilegiado.
Dejaré
que sigáis imaginando el bosque y que os quedéis con la intriga del lugar, voy
a ser egoísta por una vez y no me importará que no lo entendáis o que os
parezca mal
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