Solo el sonido de nuestros pasos sobre la
hojarasca y el entrecortado de nuestras respiraciones rompe la quietud del
bosque envuelto en niebla, los desnudos árboles cierran el recodo del camino y
la atalaya cinegética parece una torre de vigilancia desde
donde algún oscuro ser espía nuestros pasos.
Un escalofrío recorre nuestra espalda.
El recuerdo de un paseo por estos bosques
con mi hijo cuando tenia unos cinco años, hablándole del Basajaun, de
como era un ser enorme y bondadoso que se ocupa de quienes se pierden y de como
la imaginación infantil potenciada por la figura paterna consiguió que volviera
a casa asegurando haberlo visto, puso una sonrisa en nuestras bocas y
nos sacudimos de encima esa ligera angustia que estos lugares producen en
nuestro ánimo en días así.
Luego todo fue mas luminoso y
el mítico ser supo guiarnos hasta nuestra meta por senderos mas
ocultos y menos evidentes que este
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