miércoles, 28 de marzo de 2012

Cazadores y recolectores II


Dos ciclos completos habían pasado desde que la tribu perdiera a una de sus hembras  cuando regresaban de recolectar grano para contribuir a paliar los periodos de escasez de caza.
Los cazadores hacía tiempo que no relataban encuentros ni avistamientos con los terribles felinos  con los que competían por el alimento, así que retomarían el camino del norte en busca de las praderas de cereal silvestre en las que siempre habían recolectado  y tenido que abandonar tras el triste suceso que les privó de un valioso miembro y de toda la cosecha acumulada que soltaron allí mismo al huir.
Caminaban como siempre agrupadas para parecer  más fuertes ante un hipotético enemigo de cuatro patas mientras se esforzaban en seguir la senda que tras dos años, casi había desaparecido. Se acercaban ya a donde tuvo  lugar el terrible encuentro y el recuerdo volvía fresco a sus memorias provocando un poco de ansiedad que se manifestaba como un nudo en el estomago.
Era curioso, allí nunca había habido cereal, pero delante de ellas tenían una densa acumulación de espigas en un irregular perímetro que parecía estirarse desde el punto donde soltaron su preciada carga al huir, hacia donde casi siempre soplaba el viento.
Un destello de comprensión brillo en la más despierta de aquellas hembras, allí, en aquel terreno algo húmedo por estar cerca de la pantanosa turbera donde apenas si crecían juncos y carrizos, que los saínos removían con frecuencia en busca de tiernas raíces, habían enraizado los manojos que soltaron al huir, o bien el mismo grano al desprenderse de las espigas secas había germinado y se había desarrollado.
Había demasiado para recogerlo todo en una jornada, pero se habían evitado medio día largo de marcha y la distancia hasta su refugio era bastante más corta, lo que facilitaría mucho el aprovechamiento. Pero en los ojos de aquella hembra seguía brillando la luz de la inteligencia, veía sin esfuerzo esa misma pradera de cereal en el llano que había entre el refugio y el río. Habría que arrancar mucha hierba y maleza y escarbar la tierra como si de saínos se tratara, pero…
El primer paso se había dado

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