Pintores
de brocha gorda
Como en
manos de un pintor que ejecuta un encargo, vamos siendo parte del cuadro que
quiere reflejar una realidad que no es sino la que conviene a quien paga.
Realidad a medida en la que incluso el pintor forma parte del cuadro, cómplice
obligatorio y obligado, no es más que un dibujo en una pared, realidad
ficticia, manejada por quienes pueden porque así lo queremos o permitimos.
Realidad
tan irreal como su reflejo; hoy nos pintan con trazo grueso y colores pardos
después de borrar de unos cuantos brochazos otra verdad de colorines que era
tan ficticia como la actual. Nadie parece dedicarse a buscar nuevos estilos y
si alguno lo hace es ninguneado o relegado al ostracismo de las minorías
tachadas de contra culturales, o rizando el rizo publicitándolo como fenómeno
mediático que finalmente será fagocitado por el sistema y su estilo y sus
colores diluidos en el gris homogéneo en el que apenas destaca ya nada
Nos va
a hacer falta mucho disolvente
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