Varios kilómetros
inmersos en la densa niebla por un camino mil y una veces recorrido. Un amanecer
sombrío que no promete nada y un objetivo en mente, ascender una modesta pero
hermosa cumbre.
Nos
acompañara durante buena parte del camino, incluido el que haremos en el desnudo
hayedo sobre el que destaca la cumbre, pero por un momento, el velo se rasga y
un frio y rasante sol invernal ilumina los dormidos campos de cereal que apenas
empiezan a verdear por entre los rastrojos de la pasada cosecha.
Un
árbol solitario y desnudo de hojas da cobijo a una pareja de pequeñas rapaces,
posiblemente unos aguiluchos ratoneros, de los que uno levanta el vuelo al
detener el coche y apenas si hay tiempo para una foto, luego, la niebla vuelve
a cubrir la escena bajo su manto húmedo y gris y nosotros seguimos nuestro
camino
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