Pasear
por sus calles y plazas en invierno, a horas tempranas, cuando el agobio del
trabajo aún no pesa, tiene algo de mágico.
Aquí no es difícil percibir los ecos de la festiva
y heterogénea multitud que llenara la
plaza unos meses después, pero ahora, quedan ahí, en el segundo plano del
recuerdo, como ofreciendo un poco de animo y de calor en el fresco aire matinal
para quienes diligentemente se dirigen bien abrigados a sus quehaceres.
La
vieja Iruña vascona, la Pompaelo romana, la capital del reyno, la Sanferminera
Deliciosa imagen, casi se puede pasear por ella.
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