jueves, 15 de diciembre de 2011

En la noche de los tiempos II

El retorno

Habían pasado casi dos lunas enteras desde que dejaron su clan con el encargo de encontrar caza con la que alimentar a sus numerosos miembros.
No era normal que los grupos fueran tan grandes, pero algunos encuentros fortuitos con clanes más pequeños y la abundancia de caza lo habían permitido, además, la caverna era espaciosa y si bien no daba para todos, si podían refugiarse en ella los más débiles durante el periodo frio y en caso de necesidad, apiñarse unos contra otros en el interior mientras los más fuertes defendían la entrada.
Al ser un grupo tan numeroso, su área de caza se había ido agotando y cada vez había que alejarse más para conseguir piezas suficientes para abastecer la caverna. Y para empeorar las cosas, el cielo había dejado de llorar desde hacía muchos días, ya no alimentaba con sus lágrimas los pastos que se agostaban sin remedio y la poca caza que quedaba emigró en busca de zonas más propicias.
Durante casi la mitad del tiempo que habían estado alejados de su territorio apenas si pudieron alimentarse de las escasas provisiones que el pequeño grupo compuesto de cinco cazadores y sus compañeras acarreaban. Había sido decisión del jefe que fueran así, porque en caso de necesidad, las hembras podían ayudar a sus compañeros durante la caza y luego quedarse al cuidado de las piezas e ir preparándolas para la conservación y el transporte mientras ellos continuaban aportando hasta obtener una cantidad suficiente para que resultara útil a la caverna.
Llevarían con ellos de vuelta todo lo que pudieran y el resto quedaría bajo un enorme montón de rocas para que ningún depredador pudiera llevársela, luego volverían a por ella.
Se habían alejado mucho de su territorio en dirección norte cuando finalmente encontraron suficientes animales con los que acumular alimentos en cantidad y el cazarlos y prepararlos les llevó mucho tiempo, aunque ahora estaban nuevamente a escasa distancia de su cueva. Pero algo no iba bien, nadie había salido a su encuentro y a nadie se veía en la entrada, el fuego que con tanto esfuerzo mantenían  estaba apagado, lo que ya era de por sí una muy mala noticia. Un terrible presagio se anudó en sus tripas.
Dos de los hombres se internaron con precaución en el interior del refugio y cuando volvieron a la luz, quedó claro para el resto que algo terrible se había consumado mientras estuvieron fuera y que el numeroso clan estaba compuesto desde ese momento por los allí presentes

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